martes, 26 de noviembre de 2013

YA NO HABLO

Ya no hablo de puzzles, de nubes, de aviones, de puertas sin cerrar.

Hablo de mi, de mi realidad.

De como intenté frenar de golpe y al no conseguirlo aceleré sin pensar que quien me hizo hundir el pie me obligaría a parar.

De como cada día que te veo te deseo y a veces me lo notas porque disimulo mal.

De como algunos días has creído que podía funcionar y te convenzo... Y me convenzo de que es verdad.

Y en realidad lo es, pero necesito tiempo y en ese tiempo tendré ausencias y recaídas, idas y venidas, te odiaré... Pero te querré, eso no cambiará.

Ya no hablo de puzzles, de nubes, de aviones, de puertas sin cerrar.

Hablo de nosotros una vez más, aunque cada día menos, noto como se espacia la tristeza y da paso a la realidad.

Hablo de lo insoportable que se me hace pensar que nunca volverás, de ver como me quedo sin saber a donde vas.

Hablo de que si un día me lo pides juntaré mil nubes, las anclaré al suelo y te haré un palacio. 

Aunque quizás para cuando acabe te habrás cansado de esperar.


Quizás cuando lo pidas seré yo el que ya no está.



DR. BARNEKOW

martes, 30 de julio de 2013

EL TIEMPO

El tiempo te devora y te empuja a lo inmediato, a veces no te deja respirar. Te obliga a tomar decisiones.

El tiempo vuela, corre, huye de nosotros y no vuelve. Lo que el tiempo no ha querido que hagas, se queda sin hacer.

Porque el tiempo es implacable, inapelable, es el que mueve el mundo y el que lo detiene en un segundo.

El tiempo es el que tiene que darte la oportunidad de aprovecharlo. El tiempo pasa por nuestras vidas dejando cosas por hacer.

Es tiempo de dominar al tiempo.



DR. BARNEKOW

jueves, 18 de julio de 2013

TURNEDO Y EL DÍA QUE NO NEVÓ

El día que no nevó llovió. Hizo frío pero eso no impidió que la vida siguiese. 

El día que no nevó se despertó a la hora de siempre, salió por la puerta a la hora de siempre y entró a trabajar a la hora de siempre. Pasó el día como pasa siempre y llegó la hora de salir... como siempre llega.

Pero el día que no nevó no volvió camino a casa, el día que no nevó fue a verla, después de poco más de dos semanas que se habían convertido en siglos. La ansiedad inundaba el autobús, el metro, las calles; y aunque le gustaba llegar a los sitios sin tener que preguntar, ese día lo hizo tres veces. 

Al pasar por la puerta buscó nervioso las indicaciones que ella le había dado y a los pocos minutos abrió la puerta donde le esperaba. 

Había más gente en aquella habitación, lo que le impidió mostrarse como lo hizo la última vez; aun así no podía ocultar en su mirada la mezcla de amor y deseo que le perseguía desde hacía años. La situación hizo que se enfriara como el día que no nevó hizo con Madrid.

Luego estuvieron a solas, luego la tuvo entre los brazos y ella le tuvo a él. Era sorprendente como compartían momentos que les aislaban del mundo, como durante unos minutos en el hueco de aquella escalera no existían más que sus miradas y sus besos.

El día que no nevó tuvo que volver a la realidad. La tristeza inundaba el autobús, el metro, las calles y su casa. Por alguna extraña razón los dos seguían enganchados sin remedio, pero ese día demostró que aunque no nieve, no llueva o no haga sol la vida sigue.

Poco después, un día que no llovió pero tampoco nevó, él escribió: "Siento mucho decirte esto ahora y a estas alturas pero no puedo dejarlo pasar... te echo mucho de menos."

Y la antepenúltima tarde de enero, con el cielo enrojecido mientras sonaba la parte instrumental de Turnedo recibió: "Como me gustaría abrazarte... y tumbarme en tu pecho... y escucharte... y abrazarte... y así repetidamente."

De alguna forma extraña todo empezó de nuevo.



ANÓNIMO

jueves, 30 de mayo de 2013

LA OBRA MAESTRA

(200 palabras)

Se dejaba ver muy de vez en cuando. Si el día era lluvioso abría la puerta, se paraba en la entrada de su casa y estiraba la mano durante un rato para luego volver a encerrarse sin dar explicaciones. Si el día estaba despejado simplemente permanecía en el borde de la puerta mirando al vacío.
Pasaron las noches y los días, las tardes y las mañanas, hasta que desde el umbral de la puerta comenzó a gritar:
- ¡Vecinos! ¡Acercaos!
Los vecinos llegaron poco a poco. Se fueron avisando unos a otros, mientras él seguía con su llamamiento dejando pausas de un par de minutos.
Cuando lo creyó conveniente empezó con el discurso:
- Hace hoy exactamente dos años, a esta misma hora, estaba enterrando a mi mujer y a mi hija. Siento haber estado ausente, necesitaba encontrar la manera de recuperarlas. ¡No se muevan!

Entró en casa y atravesando el tejado empezaron a crecer tres estatuas metálicas de unos 20 metros, formadas por un hombre, una mujer y una niña. Él, situado en la parte más alta del conjunto, esperó a que todo se posicionara, cruzó las manos en su pecho, cerró los ojos y se dejó caer.


DR. BARNEKOW

jueves, 23 de mayo de 2013

MADRDID Z 15. EL HOSPITAL


Antes de volver a nuestra aventura, el padre Elías nos promete rezar por nosotros. Le damos las gracias por su apoyo y nos ponemos en marcha.

Abrimos un poco la puerta, el extraño calor de la tarde de abril hace que las calles estén solitarias, pero vemos en un parque cercano a unos cuantos infectados parados en la sombra de un árbol. Le pedimos al cura que cierre con cuidado, contamos hasta tres y salimos corriendo hacia la moto. A mitad del corto camino uno de ellos se da cuenta de que estamos por allí y empieza a correr con bastante soltura hacia nosotros. Ana sube a la moto y arranca rápidamente, el ruido hace que muchos más de ellos nos persigan. Me subo en la moto con el aliento del primero que nos ha visto en el cogote y le sacudo con el palo de la fregona en la cabeza, esto hace que el zombi se caiga y que el palo se parta. Lo termino de romper, así que ahora tengo dos palos cortos pero puntiagudos.

El hospital no queda muy lejos y en esta calle no hay muchos coches por lo que en 2 minutos entramos en el recinto sin mucha oposición. Los alrededores del edificio de Urgencias están llenos de gente enferma que, al escucharnos llegar, empiezan a dirigirse hacia nosotros, tenemos ya muchos perseguidores y, aunque la moto va más rápido, no tenemos mucho margen para pensar. Le pregunto a Ana si sabe exactamente donde tenemos que ir y me dice que no me preocupe, que vamos a entrar por una puerta trasera que utilizan para salir a fumar.

Llegado a un punto Ana dice que a partir de ahí habrá que ir a pie. Cuenta hasta tres, tira la moto al suelo y empezamos a correr en dirección a uno de los edificios del hospital donde Ana daba algunas clases y realizaba prácticas. Nos siguen persiguiendo y aparecen nuevos “amigos” de detrás de las esquinas, la cosa se está poniendo fea y solamente tengo dos mitades del palo de una fregona. Cuando encaramos el edificio de Investigación nos encontramos con más gente de frente que nos tapa el camino, Ana se bloquea, yo miro a la derecha y veo como hay gente “sana” que nos saluda desde dentro de otro de los edificios. La cojo del brazo y empezamos a correr en dirección al edificio de Oncología mientras una horda de zombis trota hacia nosotros.

Llegados cerca de la pared del edificio Ana vuelve en sí y me indica por donde está la puerta, al doblar la esquina un infectado nos impide llegar hasta nuestro objetivo. Como tengo el corazón a mil por hora y corro peligro de muerte no dudo en clavarle el palo que llevo en mi mano derecha en el cuello y me quedo paralizado mirando como se desangra en el suelo. Ahora es ella la que tira de mí y puedo ver como una puerta pegada a una gran cristalera se abre y dos personas salen a abrazarnos para llevarnos al interior del edificio.

He matado a alguien por primera vez en mi vida. Me consume pero tengo que pensar que era en defensa propia y que ese alguien sólo era “algo”.



FIN DE LA PRIMERA PARTE

DR. BARNEKOW

jueves, 16 de mayo de 2013

MADRID Z 14. DE LO ACONTECIDO EN LA IGLESIA


Nos acercamos a la iglesia sin dejar de mirar a todos lados, llegamos a una pequeña puerta negra de la Parroquia de Nuestra Señora de Fuencisla, respiramos hondo y empujamos fuerte. La puerta está cerrada por lo que buscamos la entrada principal. Al llegar se abre una pequeña rendija y una voz nos pregunta que quién somos y qué queremos. Le decimos que solamente queríamos pasar un momento y le pedimos por favor que nos abra. Un cura de unos 60 años abre la puerta y nos presentamos tras cerrar tres cerrojos enormes.

El lunes por la mañana el padre Elías y Ramón, el sacristán, estaban revisando la iglesia tras un fin de semana ajetreado, mientras cinco señoras desperdigadas rezaban tranquilamente. De pronto una de ellas comenzó a encontrarse mal y se tumbó en el banco. El párroco y su ayudante fueron a auxiliarla y le pidieron a otra de las señoras que llamase a emergencias. Como no conseguían contactar, Elías fue a por su maletín de primeros auxilios, una de las señoras salió a pedir ayuda y otras dos se quedaron junto a la que se encontraba mal mientras Ramón intentaba contactar con el 112.

Se empezaron a escuchar gritos en la calle mientras otra de las señoras de la iglesia se caía al suelo desmayada. El cura entraba con su botiquín cuando la primera señora abrió los ojos y empezó a morder en el cuello a la única mujer que quedaba a su lado. El sacristán intentó separarlas mientras todo se llenaba de sangre, empezó a golpear a la mordedora con un crucifijo que había cerca hasta que soltó a su víctima y le atacó a él. Elías quedó petrificado contemplando la escena sin saber que hacer.

Fue Ramón el que, a empujones, sacó a la señora furiosa de la iglesia, cerró la puerta y volvió corriendo a socorrer a la herida. El padre Elías no tardó en darse cuenta de que su amigo estaba herido, fue a su lado y se lo hizo saber, tenía una mordedura en el brazo. Entonces Ramón le contó que en la calle todo el mundo estaba volviéndose loco, que unos cuantos se estaban comiendo a la primera señora que salió a pedir ayuda y que cuando empujó a la infectada fuera de la iglesia también se lanzó a disfrutar del festín, por eso cerró la puerta aterrorizado.

Mientras hablaban la última de las señoras empezó a volver en sí, pero ya no era ella, tenía los ojos rojos y torpemente intentaba morder al párroco y al sacristán. Fue este último el que la cogió de un brazo y la arrastró hacia la puerta ante la mirada asustada del cura. Entonces, según nos cuenta Elías, se acercó y le dijo que había sido un placer estar a su lado y que iba a reunirse con Dios. Le dijo que debía de encerrarse bien y aguantar hasta que alguien viniese a rescatarle… y aquí estamos nosotros.

Aun es temprano por lo que explicamos nuestro plan y nos comprometemos a regresar a buscar a Elías en cuanto tengamos más datos de qué está pasando, consideramos que es mejor que nos espere en la seguridad de su iglesia a que venga con nosotros a intentar colarse en el hospital. Expuesto esto nos invita a unas galletas de la cruz roja y andamos hacia la puerta para despedirnos.


CONTINUARÁ!!!!

DR. BARNEKOW

jueves, 9 de mayo de 2013

MADRID Z 13. EL CAMINO


En cuanto salimos a la calle principal nos empiezan a perseguir unos cuantos cuerpos, parece que están con más fuerzas que otros días, el lunes se movían de una manera mucho más torpe. Desde la parte de atrás de un coche que está en medio de la calle se asoma uno con los brazos estirados que hace que Ana dé un bandazo. Le digo que no corra tanto y que si se acerca alguno le daré con el palo, tengo ganas de atizarles.

Bajamos por la calle Embajadores en dirección a Legazpi sin muchas prisas para poder esquivar a los que nos salen de entre los coches atascados. De repente uno se acerca demasiado y tras avisar a Ana para que no se asuste, estiro el palo de la fregona y le doy con fuerza en las rodillas; inmediatamente cae al suelo desequilibrado. No me siento mal, nos quería comer, además si a Eulogio no le duele su brazo roto, no creo que esto sea muy grave. Cuando llegamos al puente del Manzanares ya he atizado a veintidós.

La calle está llena de gente desperdigada que cuando nos escuchan llegar se vuelve hacia nosotros, la parte buena es que las calles son anchas y es fácil esquivarlos con la ayuda de algún coche parado. Ana para un poco en el río para descansar y mirar al vacío. Se le escapa una lágrima, no se que decirle, así que me limito a apretarle el hombro con mi mano. Ella sigue mirando el río y me coge la mano con fuerza. Aunque es un momento muy emotivo tenemos que seguir nuestro camino, se nos acercan unos cuantos zombis por detrás.

Llegamos a la glorieta de Cádiz y enfilamos la avenida de Córdoba en dirección al Hospital. Aunque es una zona de mucho tránsito y hay muchos autobuses parados por el camino la gente se ha desperdigado. Me fijo en los autobuses y veo sangre en algunas ventanas, imagino a los que no se transformaron rodeados de gente que se empezaba a poner enferma. Seguramente intentaron socorrerlos y de repente se vieron sorprendidos por su ataque. Me aterroriza pensar en como fue, pero estoy seguro de que es lo que pasó, y de la misma forma sucedería en trenes, barcos… No he visto caer ningún avión, pero si columnas de humo lejanas, sin duda alguna será causada por aviones.

Pasamos por delante de una iglesia. Le pregunto a Ana que si cree en Dios para quitar un poco de tensión y me dice que ya no cree en nada, le digo que yo tampoco. Como la Avenida de Córdoba no está muy concurrida frena en la puerta de la iglesia y me pregunta que si pasamos. Hay un pequeño parque donde está la entrada. Me parece un suicidio pero tengo el palo de fregona que hasta el momento nos ha alejado del peligro.

Vamos a echar un vistazo rápido y volvemos a la moto, estamos al lado del hospital.



CONTINUARÁ!!

DR. BARNEKOW

jueves, 2 de mayo de 2013

MADRID Z 12. LA CALMA


Salgo de la ducha más tranquilo y Ana está tumbada en el sofá tapada con una manta y con restos del sofoco en la cara. Me siento a su lado, me coge la mano y empezamos a hablar de todo. Nos contamos nuestra vida, nuestros estudios, nuestros hobbies… Me pide una cerveza, le suelto la mano y voy hacia el frigorífico, miro de reojo el balcón de enfrente entre las rejas que quedan al aire por debajo del toldo y veo como la pared ha quedado impregnada de sangre y restos de tripas. Giro rápidamente la cabeza y empiezo a sudar, Ana me dice desde el sofá que no debería haber mirado, se levanta y baja la persiana de la terraza, nos quedamos a oscuras y son solamente las 11 de la mañana.

Encendemos una pequeña lámpara y nos tomamos la cerveza tranquilamente. Dice que tenemos que pensar en como ir al Hospital, no queda muy lejos y quizás a esta hora que aprieta el calor inusual de este mes de abril los zombis estén menos activos y sea más fácil llegar hasta allí. Antes habría que mirar por el balcón para ver como está la calle y eso implica volver a ver los restos de la señora de esta mañana… habrá que hacerlo.

Nos ponemos en marcha. Yo preparo mi mochila con comida y agua, por si acaso, y ella prepara una mochila con sus cosas y espacio de sobra para coger medicamentos del hospital. Nos hacemos unos macarrones para comer y aunque he pensado en echarle un poco de carne picada hemos desechado la idea por si acaso no fuese la leche lo único que está contaminado. Nos planteamos si mirar por el balcón antes o después de comer y, lógicamente, decidimos que después. Debe ser el paso previo a salir corriendo. Nos sentamos a la mesa y devoramos la comida. Después de tantos disgustos teníamos la tripa vacía. Hablamos sobre la necesidad de aumentar nuestra resistencia ante estos episodios de horror, es muy probable que tengamos que acostumbrarnos a ver como destripan a la gente y llegamos a la conclusión de que cuando los zombis tengan hambre empezarán a comerse entre ellos. Terminamos de comer, recogemos, nos lavamos los dientes y nos colocamos frente a la persiana. Ana tira de la cinta con cuidado para no llamar la atención de nadie, salimos y nos agachamos para mirar entre los barrotes del balcón.

Con cara de asco prestamos atención a todo y vemos la calle despejada de todo ser viviente… y no viviente. La moto de la compañera de Ana está a unos 20 metros en la acera de enfrente pero hay que ser rápidos ya que una vez que la arranquemos, la calle se llenará de bichos. Cojo el palo de la fregona para usarlo de lanza desde la moto en caso de que nos ataquen.

El plan ahora es revisar la escalera para poder salir. Abrimos la puerta con cuidado y mientras uno sube hacia el segundo piso con cuidado, el otro baja al portal, así conseguimos cubrir nuestros pasos en caso de encontrarnos con algún problema. Al minuto nos volvemos a encontrar en la puerta de la casa, tomamos aire y salimos rápidamente hacia la calle. Cerramos con cuidado el portal y miramos a ambos lados para comprobar que no hay nadie. El sol aprieta con fuerza y podemos ver algunos cuerpos andando en un parque que hay al final de la calle, están bastante lejos.

Ana arranca la moto, yo me siento detrás, la agarro con fuerza con el brazo izquierdo y empuño el palo de la fregona con el derecho. Empieza el viaje.

imagen de Resistencia Anti-Zombies a la espera del dibujo pertinente

CONTINUARÁ!!

DR. BARNEKOW

jueves, 25 de abril de 2013

MADRID Z 11. EL BALCÓN DE ENFRENTE


La ducha me está sentando genial para apagar el sofoco del susto. Ana se ha duchado primero, y cuando ha salido todavía lloraba desconsoladamente, no se como estará ahora mismo. Yo tengo todavía la carne de gallina y me duele el estómago.

Esta mañana sobresaltados por los gritos nos hemos mirado y hemos salido corriendo al balcón, Ana ha levantado un poco el toldo y hemos podido ver a una señora pidiendo auxilio en el balcón de enfrente. Por supuesto sus gritos han sacado del letargo a todos los infectados del barrio. Hemos preguntado nerviosos que es lo que pasaba, olvidando la alegría de encontrar a alguien más con vida. La señora nos ha explicado llorando que su hijo se estaba poniendo enfermo que tenía temblores y que no sabía que hacer. La única solución era convencer a la pobre mujer de que su hijo se iba a transformar en zombi y que tenía que sacarlo de casa o aislarlo en una habitación antes de que dejara de tener los temblores, porque, como pude comprobar con Eulogio (que por cierto estaba en su terraza con su brazo partido mirándonos con cara de hambre) es el momento en que se convierten definitivamente.

Con nerviosismo le hemos dicho a la mujer como actuar, pero estaba completamente bloqueada, ha perdido las fuerzas y se ha dejado caer de rodillas en la terraza mientras no paraba de nombrar a su hijo, a su pobre hijo. Ana me miraba con cara de desesperación, pero no podíamos hacer nada, la calle estaba llena y el balcón estaba demasiado lejos para intentar cualquier gesto heroico. Le he empezado a gritar a la señora para que se pusiera en pie y actuase rápido. Por lo menos tenía que intentar encerrarse ella en la terraza o en alguna habitación y en unas horas, cuando la calle se hubiese despejado, podríamos pensar en un posible rescate. En ese momento la señora se ha tranquilizado un poco y ha conseguido levantarse, parecía que había avances. Mientras yo estaba totalmente centrado en ella, Ana ha pegado un pequeño grito mientras se ha echado las manos a la boca. Dentro de la casa el hijo se había puesto en pie y su instinto le hacía buscar carne sana.

En esos momentos la única opción era que la señora saltase al balcón de al lado ya que no se podía cerrar la terraza desde fuera, era cuestión de tiempo que el hijo la encontrase. Ya no hemos dejado de llorar y de decirle a la pobre mujer que lo intentase, pero no lo ha hecho. En unos segundos el hijo ha salido al balcón y la señora se ha alegrado de verle, pero rápidamente se ha percatado de que algo no iba bien. También se ha dado cuenta de que no podía huir.

El primer bocado ha ido al cuello, Ana se ha tirado al suelo dando la espalda a la escena y tapándose los oídos para no escuchar los gritos, yo me he sentado a su lado y he hecho lo mismo. Después de cinco minutos me he levantado, he bajado el toldo, he cogido a Ana de la mano y nos hemos metido dentro como si nos persiguiese el miedo.




CONTINUARÁ!!!

DR. BARNEKOW


jueves, 18 de abril de 2013

MADRID Z 10. RATOS DE MIEDO


Me meto en la ducha ya en la mañana del miércoles, al que he bautizado como el tercer día zombi, y no dejo de pensar en lo que pasó anoche y en lo que nos acaba de pasar.

Ayer Ana sacó su jeringuilla y una aguja y me cogió de la mano para salir a la terraza. Ahora pienso en que me gustó que me cogiera de la mano y me desvío de la historia, además tengo novia, novia zombi seguramente, pero novia, y hasta que no hable con ella y lo dejemos no debería hacer nada, porque si cuando se enfada tiembla la casa no me quiero imaginar que pasará si se entera de que la engaño siendo zombi… me come vivo. Aunque deberá entender que no puedo mantener una relación con ella siendo una zombi, somos de mundos muy diferentes. ¿Cómo serían nuestros hijos?

A lo que iba. Salimos a la terraza y pusimos en marcha su plan que consistía en llamar la atención de Eulogio para agarrarle y sacarle sangre de algún modo. Con el palo de la fregona dimos golpes en su balcón y conseguimos que toda la calle nos mirara con deseos caníbales. Al poco salió Eulogio y se acercó al muro que le separaba de nosotros, una vez allí estiró los brazos como queriendo alcanzarnos. Se supone que entonces yo tenía que agarrarle el brazo, pero me quedé totalmente paralizado, ¿y si me arañaba o me clavaba las uñas y me infectaba?... Tras una mirada de sorpresa de Ana, agarré con fuerza el cubo de la fregona con la izquierda y le aprisioné la mano mientras con la derecha le sujetaba el brazo. Era su turno. Entonces, cual banderillera en tarde de faena, se abalanzó sobre la vena hinchada en el brazo de Eulogio y en pocos segundos ya tenía la jeringuilla llena. Ana soltó de golpe, yo seguí haciendo fuerza, el señor dio un latigazo en dirección contraria y un crujido horrible se metió en mi oído mientras el codo de Eulogio se doblaba del revés. Me dolió más a mí que a él, literalmente. Me quedé horrorizado y tirado en la terraza, mientras él, ajeno a su luxación o rotura de codo o lo que fuera, insistía en atrapar a quien estuviera al otro lado de la terraza.

Mis sudores no me dejaron ver como Ana lloraba desconsolada detrás de mí. Cuando tomé conciencia de nuevo fui hacia ella y la abracé con fuerza. Nos conocíamos solamente de hace unas horas y ya era el segundo abrazo que nos dábamos, en el primero hubo mucha pena, en este segundo había terror. Después de eso ya no hubo fuerzas para mucho más, un poco de alcohol y la bajada de adrenalina nos hizo caer dormidos a los dos, cada uno en su sofá. No hubo medidas de seguridad entre nosotros, bajamos la guardia pero no importaba, no había razones.

Serían las ocho de la mañana cuando nos han despertado unos gritos que venían de la calle. Nos hemos levantado sorprendidos a la vez y ha llegado el momento más aterrador desde que los zombis invadieron Madrid.



CONTINUARÁ!!!

DR. BARNEKOW

jueves, 11 de abril de 2013

MADRID Z 9. PRIORIDADES



Cuando Ana termina de contarme su mañana del lunes, empiezo mi parte y le pregunto por Lola. Me dice que no la conoce, su casa es de otro portal y la terraza de Eulogio la separa de la de mi chica. Hablo en pasado de ella, utilizar “era” en lugar de “es” se me hace amargo y me da ganas de llorar. Ella se da cuenta y se produce un silencio incómodo que corto pidiendo una ducha.

Me doy la mejor ducha de mi vida, todavía hay agua caliente, pero la relajación que me provoca hace que vuelva a la realidad. Pienso en que, si esta chica tiene razón, la gran mayoría de mis amigos y familiares habrían tomado leche. Leche con cola Cao, leche con café, leche sola, quizás yogures, queso… Me he salvado por los pelos, por que hace unos meses dejé de desayunar leche porque me sentaba mal, porque el domingo en casa de Lola no había yogures para el postre.

Salgo de la ducha con los ojos rojos de llorar y por un segundo Ana se asusta por si me hubiese convertido en zombi. Al darse cuenta de lo que me pasa viene hacia a mí y me da un abrazo mientras rompe también en lagrimas. Sólo nos conocemos desde hace poco más de una hora, pero ya nos debemos mucho, ella me ha salvado la vida y yo la he salvado de la soledad. Mientras me abraza me pregunta si estoy cansado y la verdad es que sí, pero me da miedo que pase como en casa de Eulogio y además sólo son las siete de la tarde. Así que voy a intentar aguantar un poco.

Me ofrece un cigarro que acepto, aunque no fumo. Ya no hay por qué no fumar. Toso un poco y empezamos a hablar sobre qué hacer en las próximas horas, días, meses… yo no tengo plan más allá de volver a casa en bici. Aunque no estoy muy entrenado no creo que tardase más de unas pocas horas si no hay problemas por el camino. Ana me comenta que toda su familia es de un pueblo de Ciudad Real y que de momento no se ha planteado volver ya que las carreteras estarán llenas de coches y debe ser difícil esquivarlos. Aun así una de sus compañeras de piso tiene una moto (que ya no va a usar) aparcada al principio de la calle y es una muy buena opción para moverse en trayectos largos. Todo esto me anima a la hora de tener compañía en mi viaje, pero su plan a corto plazo es otro y, sinceramente, es una locura.

Quiere extraer la sangre de una persona infectada para luego ir hasta el hospital donde trabaja, el 12 de Octubre, y analizarla. Así podríamos saber cuál es el origen real de lo que pasa y saber si es realmente irreversible como estamos dando por hecho. También quiere llevar una muestra de la leche que tomaron sus amigas para intentar analizarla, aunque admite que no sabe muy bien como hacer eso porque ella solamente es enfermera. No quiere dejar que pase mucho tiempo ya que puede que la electricidad deje de funcionar y eso es importante. A pesar de que le veo mil pegas a su plan, sugiero a mi amigo Eulogio como sujeto del experimento ya que es un zombi viejuno y el peligro será menor que bajar a la calle con una jeringuilla a buscar donantes.

Mi sugerencia hace que Ana se active. Vamos a sacarle sangre al pobre Eulogio.



CONTINUARÁ!!!

DR. BARNEKOW

jueves, 4 de abril de 2013

MADRID Z 8. NUEVAS TEORÍAS


Con el sudor resbalando por mi frente y Eulogio de camino a la terraza, escucho una voz que me susurra a través del toldo descolgado del balcón de al lado. Adivino una cara de mujer que me dice que no salte, que intente pasar donde ella se encuentra. Me tengo que fiar porque todavía no he visto zombis que hablen, así que supongo que está viva y me quiere ayudar.

Me desplazo poco a poco hasta agarrarme a ambos balcones a la vez. Eulogio ya está en la terraza y viene hacía mi. Pero justo cuando estira los brazos para alcanzarme paso al otro lado y me lanzo de cabeza por la rendija que hay entre el toldo y la pared. En el balcón oscuro del piso de al lado me recibe una chica joven, morena que me pregunta entre susurros si me encuentro bien. Se me va a salir el corazón del pecho, pero no me puedo quejar, sigo vivo.

Me invita a pasar dentro y me dice que se llama Ana. Me ofrece una manzanilla y me pide que le cuente como he llegado hasta allí, supongo que lo hace para que me tranquilice mientras hablo. Ella está bastante tranquila y cuando concluyo mi historia me dice: “es la leche”. Pues sí, es la leche que sean las tres de la tarde del martes y parezca que han pasado años desde que me desperté ayer lunes y empecé a correr. Pero me rectifica. Dice que tiene la teoría de que es la leche la que ha provocado todo esto. Ha estado haciendo listas como la mía, quizás con más sentido que yo. Ella lleva desde ayer por la mañana en casa y ha podido asimilar todo esto desde la tranquilidad de una casa cerrada. Es intolerante a la lactosa y es lo único que ella no ha tomado en las últimas horas… pensándolo bien yo tampoco lo he hecho.

Intento sacar fallos a su teoría pero me explica que de alguna forma se ha contaminado la leche y todo el mundo que la ha probado desde el domingo por la noche ha terminado contaminado. Es enfermera y salió de trabajar el domingo a las diez de la noche, fue hasta su casa que comparte con otras dos chicas y se acostó porque estaba cansada. La mañana del lunes desayunó zumo mientras sus compañeras tomaban leche con cereales y después de hablar un rato y fumarse un cigarro salieron las tres de casa a la vez, sobre las doce del mediodía; justo cuando yo doblé la esquina de Latina. Al poco de bajar a la calle vieron que todo el mundo estaba raro, muchos andaban con espasmos, algunos andaban sin rumbo y otros huían corriendo sin saber muy bien por qué. Sus compañeras se empezaron a encontrar mal casi a la vez y ella trató de socorrerlas. Intentó llamar a la ambulancia y las líneas estaban colapsadas, así que quiso subirlas a casa pero vio a escasos metros como unas señoras atacaban a un hombre mayor y lo devoraban como locas.

Aquí Ana empieza a llorar rompiendo con la calma que había mostrado hasta ahora.

Una de las señoras se volvió hacia ella con ojos de furia y entonces entendió que tenía que salir de allí lo antes posible, aunque para ello debía abandonar a sus amigas. Las recostó con cuidado y se fue hacia el portal. Se metió rápidamente con la señora pisándole los talones y se encontró con otro vecino convulsionando en el portal. Subió corriendo, cerró la puerta con llave, salió al balcón y bajó el toldo sin las sujeciones para que nadie pudiera verla desde la calle. Asomada a la rendija del toldo vio como sus amigas se levantaban y empezaban a caminar sin rumbo, con la piel pálida, los ojos enrojecidos y la boca abierta.



CONTINUARÁ... 

DR. BARNEKOW

jueves, 28 de marzo de 2013

MADRID Z 7. PRIMER CARA A CARA


No se si he llegado a dormirme, pero me ponen en alerta unos extraños ruidos que vienen del comedor. Miro el reloj y veo que ha pasado una hora desde que me tumbé. Me levanto con cuidado y muevo las mesillas que bloqueaban la puerta para mirar con cuidado. Veo la cabeza de Eulogio asomar por encima del sofá, es él quien hace los ruidos. Me acerco despacio y me encuentro con una imagen aterradora. El pobre se mueve hombre entre espasmos y parece envuelto en una lucha consigo mismo para no convertirse en lo que hemos bautizado como zombi.

Me encuentro paralizado. No se por qué se ha puesto así y no tengo ni idea de si en cualquier momento se va a levantar con ganas de comerme vivo. ¡Hay que reaccionar ya!

Como parece que no ha advertido mi presencia me muevo de forma silenciosa hacia la habitación para coger mi mochila sin perderlo de vista. Eulogio sigue con convulsiones en el sofá. Ahora sólo tengo que dirigirme a la puerta y bajar las escaleras del portal para llegar hasta mi bicicleta. Avanzo con cautela, sin dejar de mirar como el señor se revuelve en el sofá y justo cuando voy a girar el picaporte oigo que alguien aporrea la puerta. Miro con miedo por la mirilla y me encuentro con uno de ellos, supongo que será el comité de bienvenida para recibir a mi amigo en el mundo zombi… o eso o ha venido atraído por el ruido.

Mi única salida es el balcón. Estoy muerto de miedo, hasta ahora no me había tomado esto tan en serio y mi único encuentro directo con estos seres había sido corriendo por calles anchas donde confiaba en mi velocidad para escapar de ellos, un simple empujón los apartaba un par de metros. Ahora tengo un señor en el sofá transformándose y uno ya transformado llamando a la puerta, me siento acorralado y no se qué me voy a encontrar en la calle, a parte de mi bici.

Siguiente parada: la terraza. No dejo de mirar al pobre Eulogio quien parece que se ha tranquilizado un poco. Cuando estoy en el umbral de la puerta del balcón noto que gira la cabeza hacia mí y me mira fijamente con los ojos ensangrentados. Últimamente estoy teniendo muy mala suerte echándome amigos, me planteo seriamente si seré gafe e incluso si la gente se hace zombi por mi culpa.

Tengo la ventaja de que el pobre hombre está mayor y su cuerpo de zombi no es muy ágil, pero no quiero verme en la situación de tener que agredirle por mucho que ya no sea el mismo, nunca he pegado a nadie y me gustaría seguir así, al menos unas horas más.

Salgo rápidamente a la terraza, paso por encima de la barandilla del balcón y me dispongo a dar el salto. Una, dos y… no me atrevo. Si caigo y me hago daño no voy a durar mucho, en la calle hay varios cuerpos desperdigados que escucharían mis gritos de dolor. La mejor opción es ir descolgándose poco a poco hasta que mis piernas cuelguen lo suficiente como para no hacerme daño. Me giro para empezar a desprenderme, pero algo me frena.



CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 21 de marzo de 2013

MADRID Z 6. LA CASA DE LOLA


Entregado a mi carrera de ciclista (yendo cuesta abajo es más fácil) llego a embajadores y me dirijo a la calle donde vive Lola, donde pasé la noche del domingo. Hace poco más de media hora que salí del coche por lo que la situación aquí es parecida a la de la Calle Alcalá: gente adormecida amontonada en los sitios donde todavía hay sombra.

Llego lanzado a la calle y según me acerco al portal pienso en como acceder a su casa. Vive en un primero y muchas veces, apoyado en el balcón, me he imaginado saltando de uno de los coches aparcados para darle una sorpresa, pero no es tan fácil y lo tengo que hacer rápido. Los coches están más lejos de lo que yo he saltado nunca. Alcanzo el portal a salvo porque en esta calle da el sol desde por la mañana, tiene muy buena orientación, y la gente está escondida en la sombra. Dejo la bicicleta apoyada en un coche y le doy una patada a la puerta de abajo para que se abra, compruebo que no hay muertos dentro y subo corriendo las escaleras. Aporreo la puerta pero nadie me abre… insisto y no hay respuesta. Debería pensar en salir de aquí antes de que vengan a verme los colegas comilones.

Justo antes de salir por patas oigo una voz que viene de la puerta de al lado. Me dice que no hay nadie en casa de Lola, yo le pregunto que quién es. Se abre dos dedos la puerta sujeta con una cadena y veo la cara de un señor mayor que me observa detenidamente de arriba abajo, vuelve a cerrar la puerta, quita la cadena y me ofrece entrar. Me dice que se llama Eulogio, le contesto que me llamo Tito.

Sentado en su sofá me cuenta que no sabe que ha pasado pero que desde ayer por la mañana todo el mundo está como loco por las calles. Desde el balcón ha sido testigo de cómo unas cuantas señoras que volvían de la compra rodeaban a un amigo suyo y “le sacaban hasta las tripas”, las intentó disuadir llamando a la policía pero el único agente que apareció ayudó a las señoras y luego todos se encaminaron hacia el portal, así que cerró las puertas y las ventanas de par y par y desde entonces ha estado intentando hacer el menor ruido posible. Me asegura que no ha oído a nadie entrar ni salir y dice que sabe lo que ha pasado: “la gente se ha convertido en zombis”. ¡Toma ya! El señor me ha dado la clave.

La verdad es que me encuentro somnoliento y el sofá de Eulogio es muy cómodo, además su tono de voz, mientras me cuenta sus últimos dos días escondido, es hipnótico. Como advierte que me estoy durmiendo me invita a comer un poco y me ofrece una cama para que pueda descansar lo que me apetezca. ¡Que majete este hombre! Después de la comida me invita a tomar un café con leche, dice que estaba guardando la poca leche que le quedaba para “una ocasión especial” y como no prevé tener muchos invitados en los próximos días me la ofrece a mí. Le digo que últimamente me sienta un poco mal pero que le acompaño mientras se bebe ese café y al final me prepara un té.

Antes de dormirme en la habitación que Eulogio me ha ofrecido amablemente, pongo las dos mesillas a los pies de la cama atrancando la puerta, por si acaso. No me da tiempo a pensar mucho antes de quedarme dormido, de hecho no he tenido casi tiempo de pensar desde que doblé la esquina de Latina y empecé a generar adrenalina en cantidades industriales.
El señor se queda en el salón intentando sintonizar algo en su radio de pilas, según me ha contado desde ayer lunes a mediodía ya no hay nada en la tele, apenas dieron unas pocas noticias de ataques durante la noche del domingo. Todavía hay electricidad y funciona el gas. Noto como desiste de encontrar algo y apaga la radio, supongo que querrá descansar un poco. Es poco más de medio día del martes, pero parece que llevo semanas huyendo.





CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 14 de marzo de 2013

MADRID Z 5. MI MEDIO DE TRANSPORTE



Después de un minuto de pie en la calle me doy cuenta de que el peligro no ha desaparecido, veo los rincones de sombra llenos de gente aletargada. Parece que alguno se percata de que estoy en medio de la calle, se vuelve hacia a mí y todos le siguen como borregos. A unos metros veo una bicicleta tirada y no dudo en cogerla, me puede dar bastante ventaja ya que, hasta donde conozco, esta gente no es capaz de correr. Lo malo es que hay muchos coches tirados en medio de la calle y corro el peligro de que me sorprendan.

Como tengo que pasar por Cibeles curioseo un poco para encontrar pistas de mis compañeros de la noche anterior. Veo restos de cuerpos repartidos por toda la fuente. Me paro, vomito y lloro. Cojo la bici, doy dos pedaladas, me paro, vomito y lloro… y así tres veces más. Decido bajar dirección Atocha antes de que se me echen encima, espero que la manifestación de ayer se dispersara sin necesidad de que intervinieran las autoridades, además al estar prevista la concentración la calle está más despejada de coches en esa dirección. Cuando paso por Neptuno me imagino que estoy corriendo la última etapa de la vuelta a España y empiezo a hacer comentarios en voz alta imitando a Perico Delgado y Carlos de Andrés… ¡Gano la etapa al pasar por el semáforo de la Glorieta de Carlos V con 5 minutos de ventaja sobre mis perseguidores, lo que me da la victoria final!

Un poco exhausto por el sprint final me paro a pensar en qué puedo hacer ahora. No puedo parar mucho porque mi presencia hace que, a su ritmo, los “seres” se vayan dirigiendo hacia mí con intenciones antropófagas. Pasar por dentro de la estación de Atocha para llegar a las vías es demasiado arriesgado y además una vez en la vía no podría usar la bicicleta; no pienso andar 50 kilómetros a pie. Decido que la mejor manera de volver a casa es la autovía, quizás allí encuentre una moto o, si la carretera estuviera despejada, un coche chulo del que apropiarme. Pero antes de empezar el camino a casa tengo que pasarme por el piso de Lola, puede que regresara a casa asustada y esté allí escondida y a salvo. He visto algunas personas asomadas en balcones por lo que no sería extraño que hubiese sobrevivido, además vive cerca de la glorieta de Embajadores y puedo pasar por ahí siguiendo mi plan de desplazarme por calles anchas, pero su calle no es ancha y yo no tengo llaves. No se si me apetece pasar ese riesgo… morir por amor que romántico y que absurdo a la vez.

CONTINUARA...

DR. BARNEKOW

jueves, 7 de marzo de 2013

MADRID Z 4. TEORÍAS Y SOLLOZOS



Me despierto de vez en cuando como asegurándome de que sigo vivo y quizás también por comprobar que esto no es una pesadilla. No me explico como ha sido todo tan rápido y no he oído nada en la radio. Los “vivos” con los que he hablado no sabían tampoco mucho. Encima huelo mal porque hoy no he dormido en casa y llevo sin ducharme desde ayer por la mañana… Lo que me lleva directamente a acordarme de que había quedado con Lola en Latina para comer.

Como empiezo a recordar a mis seres queridos empiezo a venirme abajo así que decido pensar en otra cosa. En por qué la gente se ha convertido en zombi y yo no. Es imposible que empezara uno y fuese mordiendo a los demás. El fallo fue pasar todo el día de ayer encerrados en casa de Lola sin poner ni siquiera la tele, ¿en qué estaríamos pensando? Hoy ella ha salido temprano y desde entonces no he tenido noticias, pero también es cierto que desde que me levanté no había cobertura en el teléfono. Cuando bajé de su casa sobre las once la mañana tampoco vi nada raro. Las calles no estaban muy llenas, pero es que era lunes por la mañana… después de un buen paseo hasta Latina vi el primer ataque.

Cojo mi cuaderno y mi boli para anotar “cosas que hace la mayoría de la gente (o que ha hecho en las últimas horas) y que yo no hago (o no he hecho en las últimas horas)”:
-         No me he duchado hoy. ¿Llegará el momento en que mi mal olor resulte de ayuda para evitar que me persigan?
-         No he tomado café. Puede que haya un gran complot mundial y el café esté envenenado.
-         He desayunado dos manzanas. Esto es sólo un ejercicio de memoria.
-         He bebido agua del grifo a morro porque no quedaban vasos limpios. Descartamos contaminación en el agua y en las tuberías.
-         No fumo. Ya sabemos que el tabaco mata.
-         Anoche no vi Gran Hermano. Parece una tontería pero tarde o temprano tenía que causar algún daño ver esa basura.
-         Anoche hice el amor. Como esto es cosa de dos, en el caso de que fuese la razón de mi inmunidad sería también de la suya.
-         Mis padres son de Albacete. A lo mejor todo el que sigue vivo es manchego, lo que dejaría muy reducida la población mundial… aunque no tengo muy claro que clase de inmunidad genética han podido desarrollar los Albaceteños. Me parece que esto lo voy a descartar aunque se habría salvado toda mi familia y sería una buena noticia.

Al final he vuelto a pensar en mi familia y lloro un poquito. Se me pasa cuando miro por la parte de atrás del coche desde donde se ve la fuente de Cibeles y compruebo que ha sido tomada por los infectados. ¿Qué habrá sido de mis excompañeros de fuente? Ahora si que lloro desconsoladamente y al rato caigo en un sueño profundo.

Me despierta el calor que provoca el sol de la mañana, me noto asfixiado y abro un poco las ventanillas. Acaba de llegar la primavera pero hace un calor horrible y esto es un horno. Me froto los ojos y observo la calle. Está todo vacío, no hay rastro de muertos ni de vivos, es como si todos hubiesen desaparecido de repente mientras dormía. Desayuno poco, racionando la comida que me queda, coloco todo en mi mochila y me dispongo a salir del coche. Si no estuviesen las calles bloqueadas sería una idea intentar arrancarlo. Toca ir a pie.

 CONTINUARÁ...

 DR. BARNEKOW

jueves, 28 de febrero de 2013

MADRID Z 3. POR LA CALLE DE ALCALÁ



La noche les pone nerviosos. Empiezan a amontonarse alrededor de la fuente de Cibeles y alguno llega a subir. Yo no me atrevo a mucho todavía, lo más gordo que he aplastado en mi vida es alguna cucaracha de las rojas y me dio bastante asco, así que no se si sería capaz de atravesar cabezas alegremente como en las películas de zombis.

Mis compañeros de fuente empiezan a empujar a los que se suben. Yo les señalo la parte de la plaza que está a nuestras espaldas donde todavía no hay casi bichos y por donde podríamos salir corriendo, pero ellos me dicen que están muy mayores para correr y que no se van a mover de allí. “Pues yo aquí no me quedo”. Les digo que me voy, me dicen que adiós y de un salto, sin llegar a mojarme, llego de nuevo al asfalto para salir corriendo en dirección a la Puerta de Alcalá. No me da tiempo a sentirme culpable por abandonarles, hay que sobrevivir. Tampoco he tenido tiempo de reflexionar sobre la situación, de sentirme asustado, de llorar, de descansar…

Voy pensando en dormir en un árbol del Parque del Retiro pero la simple idea de meterme en un bosque oscuro lleno de “cosas” que intentan comerme me da escalofríos así que tendré que buscarme alguna alternativa.

Metido en mis pensamientos no me he dado cuenta de que voy corriendo por la acera y de repente aparecen unos cuantos “amigos” de una esquina con los ojos en sangre dirigiéndose hacia a mi. Me quedo paralizado y salto la pequeña valla que me separa del asfalto con tan mala suerte que piso una alcantarilla y me hago daño en el pie. Cagada. Como lo último que quiero es ser alimento de zombis, mi cerebro piensa más rápido de lo normal y veo a los pocos metros un coche con la puerta abierta… de los tantos que hay por en medio de la calle. Debo ser un poco tonto porque no creo que exista sitio más cómodo y seguro que un coche bien cerrado con los asientos tumbados y ni siquiera había pensado en ello.

Subo al coche, miro los asientos traseros para no encontrarme sorpresas, cierro los seguros y me pongo en el asiento de atrás, que tiene los cristales tintados. Estoy alerta por si me han seguido pero pasan los minutos y nadie me ataca, parece que nos han tocado zombis de esos torpones, de los que cuando ves una película no te explicas como atrapan a la gente ni como han conseguido conquistar el mundo. Aún así son mayoría y eso me perturba. Me acomodo y cierro los ojos intentando dormir. 



 CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 21 de febrero de 2013

MADRID Z 2. EL REGAZO DE CIBELES



Subido en la estatua de la diosa Cibeles y rodeado de una horda de bichos me imagino que soy el capitán del Madrid levantando la Copa de Europa, pero solamente me lo imagino. Todavía no tengo mucha confianza con las otras 3 personas vivas que me han ayudado a subirme. Ellos ya tienen sitio cogido para dormir a salvo, yo me lo tengo que buscar, pero hay bastante más superficie que en el madroño de bronce puntiagudo.

Hace rato mientras sonaban las nueve campanadas en la Puerta del Sol me dí cuenta de que todos se quedaban hipnotizados buscando el origen del sonido, es más, tardaban como un minuto en volver a pensar en carne fresca que llevarse a la boca. Esperé una hora y probé a acercarme a ellos con cautela mientras sonaban las diez; no me hicieron ni caso hasta un minuto después de terminar las campanadas, además eso les hacía avanzar hacia el reloj y alejarse de mí, lo que me dejaba la calle Alcalá despejada hasta donde me alcanzaba la vista. Conclusión: salir por patas a las once en punto de la noche.

Dicho y hecho. Mi carrera debía evitar las calles estrechas y tenía que intentar llegar hasta la estación de Atocha, donde seguramente podría entrar a las vías para volver a casa a pie o incluso robar un tren, las posibilidades serían infinitas. Pero todo se torció cuando, según me han contado, la “manifestación contra los aranceles para la exportación del caracol tigre” se convirtió en una manifestación zombi de miles de individuos (decenas según las autoridades) y empezó a vagar sin rumbo desde la Glorieta de Carlos V hasta pasada la plaza de Neptuno. Incluso me imagino a alguno de ellos admirando los cuadros del Museo del Prado y haciendo una reflexión crítica de la obra de Goya.

La cosa fue que me topé de frente con unos cuantos monstruos desperdigados y tuve que avanzar como un jugador de fútbol americano con la vista puesta en trepar a la estatua donde unos desconocidos me animaban efusivamente. La elegancia de los que intentaban cazarme me llevó a pensar que serían trabajadores del Banco de España que salieron a fumar un cigarro y entendieron que el tabaco mata, o funcionarios del ayuntamiento que no tendrían mucho que hacer ese día.

Dos de mis nuevos amigos se han estirado encima de los leones y otro junto a los pies de la estatua, yo hago la primera guardia y me siento en el regazo de la Cibeles… parezco el niño Jesús.


 CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 14 de febrero de 2013

MADRID Z 1. SOBRE EL MADROÑO

Pues aquí me encuentro, encaramado al madroño que sujeta el oso en la Puerta del Sol. Hace un par de horas llenaba a toda prisa mi mochila en una tienda de alimentación que hay cerca del metro de Latina y salía corriendo sin mirar atrás... ahora reflexiono sobre ello, sobre como he corrido por las calles hasta desembocar en Sol y encontrarme justo al lado de la estatua más popular de Madrid sin salida posible. Me perseguían por detrás desde hace rato y me los encontré de frente justo aquí, así que no hubo más remedio que trepar por el oso y el árbol de bronce y rezar para que ellos no supieran subir.

Ahora tengo el culo dormido, estoy incomodo porque me clavo la punta del jodido madroño y no tengo escapatoria, pero por lo menos estoy a salvo, ya estoy seguro de que no saben trepar. Así que de momento no me muevo de aquí. La Puerta del Sol está repleta de zombis como si del 15M se tratase y unos cuantos estiran los brazos torpemente, intentando alcanzarme. Este gesto me resulta un poco cómico porque no se dan cuenta de que no les van a crecer los brazos por mucho que los levanten.

Me levanto con cuidado y me estiro, he bebido mucha agua después de la carrera que me he pegado y ahora hay que evacuar. Así que intentando no manchar mi asiento descubro un entretenimiento bastante divertido: "Mear cabezas de zombis". He contado 8 cabezas de zombi meadas hasta que se me ha terminado el chorro. Justo cuando me estoy abrochando para volver a acomodarme en la punta del madroño oigo unos gritos que vienen de uno de los balcones de enfrente.

Por lo menos han respetado mi momento de intimidad.

Me dicen que me van a tirar una cuerda para que la ate a la estatua e intente trepar, pero yo no lo veo. Prefiero quedarme en mi sitio a ver si "estos" se cansan y se piran o se comen entre ellos. Me insisten, pero les digo que voy a esperar un poco a ver si se pasa todo. Me siento y saco el libro que tengo a medio leer: "El principito". Me jode haber elegido este libro porque no voy a tener mucho con que entretenerme. El día que lo elegí tuve en la otra mano "Guerra y paz", ahora me vendría bien por si esto se alarga, pero la verdad es que mejor me vendría un cojín.

Ante la insistencia de mis vecinos por ayudarme y viendo venir la noche les pido una almohada o algo blando donde poder acomodarme. La primera almohada cae en la cabeza de un zombi que pasaba por allí, era demasiado ligera como para recorrer la distancia entre el balcón y la estatua. Lo segundo que me lanzan es un cojín cuadrado que viene dando vueltas hacia mí. Al estirar el brazo me desequilibro y estoy a punto de caer encima de mis amigos de los brazos estirados, pero consigo salvar la caída... y el cojín. Les doy mil gracias a mis vecinos.

Ahora estoy un poco menos incómodo pero no consigo imaginar como podría dormir y la noche está al llegar. Creo que va a ser difícil salir de aquí y solamente me quedan quince páginas para terminar el libro. Dan las nueve en el famoso reloj de Sol y me doy cuenta de algo en lo que no me había fijado hasta ahora.


CONTINUARÁ!!!
DR. BARNEKOW