sábado, 5 de enero de 2013

LA MONTAÑA

Mientras subía por el camino que llevaba al refugio le gustaba escuchar el viento que movía las ramas de los árboles y el fluir del río por el valle. Cuando llegaba arriba se encontraba siempre ansioso por que alguien más le acompañara.

Hubo tiempos mejores en los que subió acompañado, tiempos en los que siempre encontraba a alguien con quien comentar lo duro del viaje. Incluso tiempos en los que había gente de más. Pero desde hace meses nadie era testigo de que él estaba allí. Bajaba siempre cabizbajo pensando en dejarlo, en buscar otros caminos más transitados y sencillos donde volver a sentir la compañía de la gente. Sin embargo era muy persistente y tenía fe ciega en que la montaña le recompensaría por el esfuerzo.

El día señalado se encontraba nublado y eso le hizo plantearse quedarse en casa; mientras hacía la cama le daba vueltas a como estaría el camino si llovía o a que debería llevarse por si acaso. Y finalmente se lanzó con la convicción de que, inevitablemente, ese día sería tan solitario como el resto pero acompañado de lluvia. 

Después de 3 horas de caminata cuesta arriba alcanzó el refugio y se sentó en la piedra donde se sentaba cada semana para tomar algo, observar el paisaje y regresar a casa. Mientras abría la botella de agua la puerta del refugio se abrió y una voz dulce le dijo:

- Hola, ¿nos conocemos?



DR. BARNEKOW

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