jueves, 28 de marzo de 2013

MADRID Z 7. PRIMER CARA A CARA


No se si he llegado a dormirme, pero me ponen en alerta unos extraños ruidos que vienen del comedor. Miro el reloj y veo que ha pasado una hora desde que me tumbé. Me levanto con cuidado y muevo las mesillas que bloqueaban la puerta para mirar con cuidado. Veo la cabeza de Eulogio asomar por encima del sofá, es él quien hace los ruidos. Me acerco despacio y me encuentro con una imagen aterradora. El pobre se mueve hombre entre espasmos y parece envuelto en una lucha consigo mismo para no convertirse en lo que hemos bautizado como zombi.

Me encuentro paralizado. No se por qué se ha puesto así y no tengo ni idea de si en cualquier momento se va a levantar con ganas de comerme vivo. ¡Hay que reaccionar ya!

Como parece que no ha advertido mi presencia me muevo de forma silenciosa hacia la habitación para coger mi mochila sin perderlo de vista. Eulogio sigue con convulsiones en el sofá. Ahora sólo tengo que dirigirme a la puerta y bajar las escaleras del portal para llegar hasta mi bicicleta. Avanzo con cautela, sin dejar de mirar como el señor se revuelve en el sofá y justo cuando voy a girar el picaporte oigo que alguien aporrea la puerta. Miro con miedo por la mirilla y me encuentro con uno de ellos, supongo que será el comité de bienvenida para recibir a mi amigo en el mundo zombi… o eso o ha venido atraído por el ruido.

Mi única salida es el balcón. Estoy muerto de miedo, hasta ahora no me había tomado esto tan en serio y mi único encuentro directo con estos seres había sido corriendo por calles anchas donde confiaba en mi velocidad para escapar de ellos, un simple empujón los apartaba un par de metros. Ahora tengo un señor en el sofá transformándose y uno ya transformado llamando a la puerta, me siento acorralado y no se qué me voy a encontrar en la calle, a parte de mi bici.

Siguiente parada: la terraza. No dejo de mirar al pobre Eulogio quien parece que se ha tranquilizado un poco. Cuando estoy en el umbral de la puerta del balcón noto que gira la cabeza hacia mí y me mira fijamente con los ojos ensangrentados. Últimamente estoy teniendo muy mala suerte echándome amigos, me planteo seriamente si seré gafe e incluso si la gente se hace zombi por mi culpa.

Tengo la ventaja de que el pobre hombre está mayor y su cuerpo de zombi no es muy ágil, pero no quiero verme en la situación de tener que agredirle por mucho que ya no sea el mismo, nunca he pegado a nadie y me gustaría seguir así, al menos unas horas más.

Salgo rápidamente a la terraza, paso por encima de la barandilla del balcón y me dispongo a dar el salto. Una, dos y… no me atrevo. Si caigo y me hago daño no voy a durar mucho, en la calle hay varios cuerpos desperdigados que escucharían mis gritos de dolor. La mejor opción es ir descolgándose poco a poco hasta que mis piernas cuelguen lo suficiente como para no hacerme daño. Me giro para empezar a desprenderme, pero algo me frena.



CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 21 de marzo de 2013

MADRID Z 6. LA CASA DE LOLA


Entregado a mi carrera de ciclista (yendo cuesta abajo es más fácil) llego a embajadores y me dirijo a la calle donde vive Lola, donde pasé la noche del domingo. Hace poco más de media hora que salí del coche por lo que la situación aquí es parecida a la de la Calle Alcalá: gente adormecida amontonada en los sitios donde todavía hay sombra.

Llego lanzado a la calle y según me acerco al portal pienso en como acceder a su casa. Vive en un primero y muchas veces, apoyado en el balcón, me he imaginado saltando de uno de los coches aparcados para darle una sorpresa, pero no es tan fácil y lo tengo que hacer rápido. Los coches están más lejos de lo que yo he saltado nunca. Alcanzo el portal a salvo porque en esta calle da el sol desde por la mañana, tiene muy buena orientación, y la gente está escondida en la sombra. Dejo la bicicleta apoyada en un coche y le doy una patada a la puerta de abajo para que se abra, compruebo que no hay muertos dentro y subo corriendo las escaleras. Aporreo la puerta pero nadie me abre… insisto y no hay respuesta. Debería pensar en salir de aquí antes de que vengan a verme los colegas comilones.

Justo antes de salir por patas oigo una voz que viene de la puerta de al lado. Me dice que no hay nadie en casa de Lola, yo le pregunto que quién es. Se abre dos dedos la puerta sujeta con una cadena y veo la cara de un señor mayor que me observa detenidamente de arriba abajo, vuelve a cerrar la puerta, quita la cadena y me ofrece entrar. Me dice que se llama Eulogio, le contesto que me llamo Tito.

Sentado en su sofá me cuenta que no sabe que ha pasado pero que desde ayer por la mañana todo el mundo está como loco por las calles. Desde el balcón ha sido testigo de cómo unas cuantas señoras que volvían de la compra rodeaban a un amigo suyo y “le sacaban hasta las tripas”, las intentó disuadir llamando a la policía pero el único agente que apareció ayudó a las señoras y luego todos se encaminaron hacia el portal, así que cerró las puertas y las ventanas de par y par y desde entonces ha estado intentando hacer el menor ruido posible. Me asegura que no ha oído a nadie entrar ni salir y dice que sabe lo que ha pasado: “la gente se ha convertido en zombis”. ¡Toma ya! El señor me ha dado la clave.

La verdad es que me encuentro somnoliento y el sofá de Eulogio es muy cómodo, además su tono de voz, mientras me cuenta sus últimos dos días escondido, es hipnótico. Como advierte que me estoy durmiendo me invita a comer un poco y me ofrece una cama para que pueda descansar lo que me apetezca. ¡Que majete este hombre! Después de la comida me invita a tomar un café con leche, dice que estaba guardando la poca leche que le quedaba para “una ocasión especial” y como no prevé tener muchos invitados en los próximos días me la ofrece a mí. Le digo que últimamente me sienta un poco mal pero que le acompaño mientras se bebe ese café y al final me prepara un té.

Antes de dormirme en la habitación que Eulogio me ha ofrecido amablemente, pongo las dos mesillas a los pies de la cama atrancando la puerta, por si acaso. No me da tiempo a pensar mucho antes de quedarme dormido, de hecho no he tenido casi tiempo de pensar desde que doblé la esquina de Latina y empecé a generar adrenalina en cantidades industriales.
El señor se queda en el salón intentando sintonizar algo en su radio de pilas, según me ha contado desde ayer lunes a mediodía ya no hay nada en la tele, apenas dieron unas pocas noticias de ataques durante la noche del domingo. Todavía hay electricidad y funciona el gas. Noto como desiste de encontrar algo y apaga la radio, supongo que querrá descansar un poco. Es poco más de medio día del martes, pero parece que llevo semanas huyendo.





CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

jueves, 14 de marzo de 2013

MADRID Z 5. MI MEDIO DE TRANSPORTE



Después de un minuto de pie en la calle me doy cuenta de que el peligro no ha desaparecido, veo los rincones de sombra llenos de gente aletargada. Parece que alguno se percata de que estoy en medio de la calle, se vuelve hacia a mí y todos le siguen como borregos. A unos metros veo una bicicleta tirada y no dudo en cogerla, me puede dar bastante ventaja ya que, hasta donde conozco, esta gente no es capaz de correr. Lo malo es que hay muchos coches tirados en medio de la calle y corro el peligro de que me sorprendan.

Como tengo que pasar por Cibeles curioseo un poco para encontrar pistas de mis compañeros de la noche anterior. Veo restos de cuerpos repartidos por toda la fuente. Me paro, vomito y lloro. Cojo la bici, doy dos pedaladas, me paro, vomito y lloro… y así tres veces más. Decido bajar dirección Atocha antes de que se me echen encima, espero que la manifestación de ayer se dispersara sin necesidad de que intervinieran las autoridades, además al estar prevista la concentración la calle está más despejada de coches en esa dirección. Cuando paso por Neptuno me imagino que estoy corriendo la última etapa de la vuelta a España y empiezo a hacer comentarios en voz alta imitando a Perico Delgado y Carlos de Andrés… ¡Gano la etapa al pasar por el semáforo de la Glorieta de Carlos V con 5 minutos de ventaja sobre mis perseguidores, lo que me da la victoria final!

Un poco exhausto por el sprint final me paro a pensar en qué puedo hacer ahora. No puedo parar mucho porque mi presencia hace que, a su ritmo, los “seres” se vayan dirigiendo hacia mí con intenciones antropófagas. Pasar por dentro de la estación de Atocha para llegar a las vías es demasiado arriesgado y además una vez en la vía no podría usar la bicicleta; no pienso andar 50 kilómetros a pie. Decido que la mejor manera de volver a casa es la autovía, quizás allí encuentre una moto o, si la carretera estuviera despejada, un coche chulo del que apropiarme. Pero antes de empezar el camino a casa tengo que pasarme por el piso de Lola, puede que regresara a casa asustada y esté allí escondida y a salvo. He visto algunas personas asomadas en balcones por lo que no sería extraño que hubiese sobrevivido, además vive cerca de la glorieta de Embajadores y puedo pasar por ahí siguiendo mi plan de desplazarme por calles anchas, pero su calle no es ancha y yo no tengo llaves. No se si me apetece pasar ese riesgo… morir por amor que romántico y que absurdo a la vez.

CONTINUARA...

DR. BARNEKOW

jueves, 7 de marzo de 2013

MADRID Z 4. TEORÍAS Y SOLLOZOS



Me despierto de vez en cuando como asegurándome de que sigo vivo y quizás también por comprobar que esto no es una pesadilla. No me explico como ha sido todo tan rápido y no he oído nada en la radio. Los “vivos” con los que he hablado no sabían tampoco mucho. Encima huelo mal porque hoy no he dormido en casa y llevo sin ducharme desde ayer por la mañana… Lo que me lleva directamente a acordarme de que había quedado con Lola en Latina para comer.

Como empiezo a recordar a mis seres queridos empiezo a venirme abajo así que decido pensar en otra cosa. En por qué la gente se ha convertido en zombi y yo no. Es imposible que empezara uno y fuese mordiendo a los demás. El fallo fue pasar todo el día de ayer encerrados en casa de Lola sin poner ni siquiera la tele, ¿en qué estaríamos pensando? Hoy ella ha salido temprano y desde entonces no he tenido noticias, pero también es cierto que desde que me levanté no había cobertura en el teléfono. Cuando bajé de su casa sobre las once la mañana tampoco vi nada raro. Las calles no estaban muy llenas, pero es que era lunes por la mañana… después de un buen paseo hasta Latina vi el primer ataque.

Cojo mi cuaderno y mi boli para anotar “cosas que hace la mayoría de la gente (o que ha hecho en las últimas horas) y que yo no hago (o no he hecho en las últimas horas)”:
-         No me he duchado hoy. ¿Llegará el momento en que mi mal olor resulte de ayuda para evitar que me persigan?
-         No he tomado café. Puede que haya un gran complot mundial y el café esté envenenado.
-         He desayunado dos manzanas. Esto es sólo un ejercicio de memoria.
-         He bebido agua del grifo a morro porque no quedaban vasos limpios. Descartamos contaminación en el agua y en las tuberías.
-         No fumo. Ya sabemos que el tabaco mata.
-         Anoche no vi Gran Hermano. Parece una tontería pero tarde o temprano tenía que causar algún daño ver esa basura.
-         Anoche hice el amor. Como esto es cosa de dos, en el caso de que fuese la razón de mi inmunidad sería también de la suya.
-         Mis padres son de Albacete. A lo mejor todo el que sigue vivo es manchego, lo que dejaría muy reducida la población mundial… aunque no tengo muy claro que clase de inmunidad genética han podido desarrollar los Albaceteños. Me parece que esto lo voy a descartar aunque se habría salvado toda mi familia y sería una buena noticia.

Al final he vuelto a pensar en mi familia y lloro un poquito. Se me pasa cuando miro por la parte de atrás del coche desde donde se ve la fuente de Cibeles y compruebo que ha sido tomada por los infectados. ¿Qué habrá sido de mis excompañeros de fuente? Ahora si que lloro desconsoladamente y al rato caigo en un sueño profundo.

Me despierta el calor que provoca el sol de la mañana, me noto asfixiado y abro un poco las ventanillas. Acaba de llegar la primavera pero hace un calor horrible y esto es un horno. Me froto los ojos y observo la calle. Está todo vacío, no hay rastro de muertos ni de vivos, es como si todos hubiesen desaparecido de repente mientras dormía. Desayuno poco, racionando la comida que me queda, coloco todo en mi mochila y me dispongo a salir del coche. Si no estuviesen las calles bloqueadas sería una idea intentar arrancarlo. Toca ir a pie.

 CONTINUARÁ...

 DR. BARNEKOW