jueves, 30 de mayo de 2013

LA OBRA MAESTRA

(200 palabras)

Se dejaba ver muy de vez en cuando. Si el día era lluvioso abría la puerta, se paraba en la entrada de su casa y estiraba la mano durante un rato para luego volver a encerrarse sin dar explicaciones. Si el día estaba despejado simplemente permanecía en el borde de la puerta mirando al vacío.
Pasaron las noches y los días, las tardes y las mañanas, hasta que desde el umbral de la puerta comenzó a gritar:
- ¡Vecinos! ¡Acercaos!
Los vecinos llegaron poco a poco. Se fueron avisando unos a otros, mientras él seguía con su llamamiento dejando pausas de un par de minutos.
Cuando lo creyó conveniente empezó con el discurso:
- Hace hoy exactamente dos años, a esta misma hora, estaba enterrando a mi mujer y a mi hija. Siento haber estado ausente, necesitaba encontrar la manera de recuperarlas. ¡No se muevan!

Entró en casa y atravesando el tejado empezaron a crecer tres estatuas metálicas de unos 20 metros, formadas por un hombre, una mujer y una niña. Él, situado en la parte más alta del conjunto, esperó a que todo se posicionara, cruzó las manos en su pecho, cerró los ojos y se dejó caer.


DR. BARNEKOW

jueves, 23 de mayo de 2013

MADRDID Z 15. EL HOSPITAL


Antes de volver a nuestra aventura, el padre Elías nos promete rezar por nosotros. Le damos las gracias por su apoyo y nos ponemos en marcha.

Abrimos un poco la puerta, el extraño calor de la tarde de abril hace que las calles estén solitarias, pero vemos en un parque cercano a unos cuantos infectados parados en la sombra de un árbol. Le pedimos al cura que cierre con cuidado, contamos hasta tres y salimos corriendo hacia la moto. A mitad del corto camino uno de ellos se da cuenta de que estamos por allí y empieza a correr con bastante soltura hacia nosotros. Ana sube a la moto y arranca rápidamente, el ruido hace que muchos más de ellos nos persigan. Me subo en la moto con el aliento del primero que nos ha visto en el cogote y le sacudo con el palo de la fregona en la cabeza, esto hace que el zombi se caiga y que el palo se parta. Lo termino de romper, así que ahora tengo dos palos cortos pero puntiagudos.

El hospital no queda muy lejos y en esta calle no hay muchos coches por lo que en 2 minutos entramos en el recinto sin mucha oposición. Los alrededores del edificio de Urgencias están llenos de gente enferma que, al escucharnos llegar, empiezan a dirigirse hacia nosotros, tenemos ya muchos perseguidores y, aunque la moto va más rápido, no tenemos mucho margen para pensar. Le pregunto a Ana si sabe exactamente donde tenemos que ir y me dice que no me preocupe, que vamos a entrar por una puerta trasera que utilizan para salir a fumar.

Llegado a un punto Ana dice que a partir de ahí habrá que ir a pie. Cuenta hasta tres, tira la moto al suelo y empezamos a correr en dirección a uno de los edificios del hospital donde Ana daba algunas clases y realizaba prácticas. Nos siguen persiguiendo y aparecen nuevos “amigos” de detrás de las esquinas, la cosa se está poniendo fea y solamente tengo dos mitades del palo de una fregona. Cuando encaramos el edificio de Investigación nos encontramos con más gente de frente que nos tapa el camino, Ana se bloquea, yo miro a la derecha y veo como hay gente “sana” que nos saluda desde dentro de otro de los edificios. La cojo del brazo y empezamos a correr en dirección al edificio de Oncología mientras una horda de zombis trota hacia nosotros.

Llegados cerca de la pared del edificio Ana vuelve en sí y me indica por donde está la puerta, al doblar la esquina un infectado nos impide llegar hasta nuestro objetivo. Como tengo el corazón a mil por hora y corro peligro de muerte no dudo en clavarle el palo que llevo en mi mano derecha en el cuello y me quedo paralizado mirando como se desangra en el suelo. Ahora es ella la que tira de mí y puedo ver como una puerta pegada a una gran cristalera se abre y dos personas salen a abrazarnos para llevarnos al interior del edificio.

He matado a alguien por primera vez en mi vida. Me consume pero tengo que pensar que era en defensa propia y que ese alguien sólo era “algo”.



FIN DE LA PRIMERA PARTE

DR. BARNEKOW

jueves, 16 de mayo de 2013

MADRID Z 14. DE LO ACONTECIDO EN LA IGLESIA


Nos acercamos a la iglesia sin dejar de mirar a todos lados, llegamos a una pequeña puerta negra de la Parroquia de Nuestra Señora de Fuencisla, respiramos hondo y empujamos fuerte. La puerta está cerrada por lo que buscamos la entrada principal. Al llegar se abre una pequeña rendija y una voz nos pregunta que quién somos y qué queremos. Le decimos que solamente queríamos pasar un momento y le pedimos por favor que nos abra. Un cura de unos 60 años abre la puerta y nos presentamos tras cerrar tres cerrojos enormes.

El lunes por la mañana el padre Elías y Ramón, el sacristán, estaban revisando la iglesia tras un fin de semana ajetreado, mientras cinco señoras desperdigadas rezaban tranquilamente. De pronto una de ellas comenzó a encontrarse mal y se tumbó en el banco. El párroco y su ayudante fueron a auxiliarla y le pidieron a otra de las señoras que llamase a emergencias. Como no conseguían contactar, Elías fue a por su maletín de primeros auxilios, una de las señoras salió a pedir ayuda y otras dos se quedaron junto a la que se encontraba mal mientras Ramón intentaba contactar con el 112.

Se empezaron a escuchar gritos en la calle mientras otra de las señoras de la iglesia se caía al suelo desmayada. El cura entraba con su botiquín cuando la primera señora abrió los ojos y empezó a morder en el cuello a la única mujer que quedaba a su lado. El sacristán intentó separarlas mientras todo se llenaba de sangre, empezó a golpear a la mordedora con un crucifijo que había cerca hasta que soltó a su víctima y le atacó a él. Elías quedó petrificado contemplando la escena sin saber que hacer.

Fue Ramón el que, a empujones, sacó a la señora furiosa de la iglesia, cerró la puerta y volvió corriendo a socorrer a la herida. El padre Elías no tardó en darse cuenta de que su amigo estaba herido, fue a su lado y se lo hizo saber, tenía una mordedura en el brazo. Entonces Ramón le contó que en la calle todo el mundo estaba volviéndose loco, que unos cuantos se estaban comiendo a la primera señora que salió a pedir ayuda y que cuando empujó a la infectada fuera de la iglesia también se lanzó a disfrutar del festín, por eso cerró la puerta aterrorizado.

Mientras hablaban la última de las señoras empezó a volver en sí, pero ya no era ella, tenía los ojos rojos y torpemente intentaba morder al párroco y al sacristán. Fue este último el que la cogió de un brazo y la arrastró hacia la puerta ante la mirada asustada del cura. Entonces, según nos cuenta Elías, se acercó y le dijo que había sido un placer estar a su lado y que iba a reunirse con Dios. Le dijo que debía de encerrarse bien y aguantar hasta que alguien viniese a rescatarle… y aquí estamos nosotros.

Aun es temprano por lo que explicamos nuestro plan y nos comprometemos a regresar a buscar a Elías en cuanto tengamos más datos de qué está pasando, consideramos que es mejor que nos espere en la seguridad de su iglesia a que venga con nosotros a intentar colarse en el hospital. Expuesto esto nos invita a unas galletas de la cruz roja y andamos hacia la puerta para despedirnos.


CONTINUARÁ!!!!

DR. BARNEKOW

jueves, 9 de mayo de 2013

MADRID Z 13. EL CAMINO


En cuanto salimos a la calle principal nos empiezan a perseguir unos cuantos cuerpos, parece que están con más fuerzas que otros días, el lunes se movían de una manera mucho más torpe. Desde la parte de atrás de un coche que está en medio de la calle se asoma uno con los brazos estirados que hace que Ana dé un bandazo. Le digo que no corra tanto y que si se acerca alguno le daré con el palo, tengo ganas de atizarles.

Bajamos por la calle Embajadores en dirección a Legazpi sin muchas prisas para poder esquivar a los que nos salen de entre los coches atascados. De repente uno se acerca demasiado y tras avisar a Ana para que no se asuste, estiro el palo de la fregona y le doy con fuerza en las rodillas; inmediatamente cae al suelo desequilibrado. No me siento mal, nos quería comer, además si a Eulogio no le duele su brazo roto, no creo que esto sea muy grave. Cuando llegamos al puente del Manzanares ya he atizado a veintidós.

La calle está llena de gente desperdigada que cuando nos escuchan llegar se vuelve hacia nosotros, la parte buena es que las calles son anchas y es fácil esquivarlos con la ayuda de algún coche parado. Ana para un poco en el río para descansar y mirar al vacío. Se le escapa una lágrima, no se que decirle, así que me limito a apretarle el hombro con mi mano. Ella sigue mirando el río y me coge la mano con fuerza. Aunque es un momento muy emotivo tenemos que seguir nuestro camino, se nos acercan unos cuantos zombis por detrás.

Llegamos a la glorieta de Cádiz y enfilamos la avenida de Córdoba en dirección al Hospital. Aunque es una zona de mucho tránsito y hay muchos autobuses parados por el camino la gente se ha desperdigado. Me fijo en los autobuses y veo sangre en algunas ventanas, imagino a los que no se transformaron rodeados de gente que se empezaba a poner enferma. Seguramente intentaron socorrerlos y de repente se vieron sorprendidos por su ataque. Me aterroriza pensar en como fue, pero estoy seguro de que es lo que pasó, y de la misma forma sucedería en trenes, barcos… No he visto caer ningún avión, pero si columnas de humo lejanas, sin duda alguna será causada por aviones.

Pasamos por delante de una iglesia. Le pregunto a Ana que si cree en Dios para quitar un poco de tensión y me dice que ya no cree en nada, le digo que yo tampoco. Como la Avenida de Córdoba no está muy concurrida frena en la puerta de la iglesia y me pregunta que si pasamos. Hay un pequeño parque donde está la entrada. Me parece un suicidio pero tengo el palo de fregona que hasta el momento nos ha alejado del peligro.

Vamos a echar un vistazo rápido y volvemos a la moto, estamos al lado del hospital.



CONTINUARÁ!!

DR. BARNEKOW

jueves, 2 de mayo de 2013

MADRID Z 12. LA CALMA


Salgo de la ducha más tranquilo y Ana está tumbada en el sofá tapada con una manta y con restos del sofoco en la cara. Me siento a su lado, me coge la mano y empezamos a hablar de todo. Nos contamos nuestra vida, nuestros estudios, nuestros hobbies… Me pide una cerveza, le suelto la mano y voy hacia el frigorífico, miro de reojo el balcón de enfrente entre las rejas que quedan al aire por debajo del toldo y veo como la pared ha quedado impregnada de sangre y restos de tripas. Giro rápidamente la cabeza y empiezo a sudar, Ana me dice desde el sofá que no debería haber mirado, se levanta y baja la persiana de la terraza, nos quedamos a oscuras y son solamente las 11 de la mañana.

Encendemos una pequeña lámpara y nos tomamos la cerveza tranquilamente. Dice que tenemos que pensar en como ir al Hospital, no queda muy lejos y quizás a esta hora que aprieta el calor inusual de este mes de abril los zombis estén menos activos y sea más fácil llegar hasta allí. Antes habría que mirar por el balcón para ver como está la calle y eso implica volver a ver los restos de la señora de esta mañana… habrá que hacerlo.

Nos ponemos en marcha. Yo preparo mi mochila con comida y agua, por si acaso, y ella prepara una mochila con sus cosas y espacio de sobra para coger medicamentos del hospital. Nos hacemos unos macarrones para comer y aunque he pensado en echarle un poco de carne picada hemos desechado la idea por si acaso no fuese la leche lo único que está contaminado. Nos planteamos si mirar por el balcón antes o después de comer y, lógicamente, decidimos que después. Debe ser el paso previo a salir corriendo. Nos sentamos a la mesa y devoramos la comida. Después de tantos disgustos teníamos la tripa vacía. Hablamos sobre la necesidad de aumentar nuestra resistencia ante estos episodios de horror, es muy probable que tengamos que acostumbrarnos a ver como destripan a la gente y llegamos a la conclusión de que cuando los zombis tengan hambre empezarán a comerse entre ellos. Terminamos de comer, recogemos, nos lavamos los dientes y nos colocamos frente a la persiana. Ana tira de la cinta con cuidado para no llamar la atención de nadie, salimos y nos agachamos para mirar entre los barrotes del balcón.

Con cara de asco prestamos atención a todo y vemos la calle despejada de todo ser viviente… y no viviente. La moto de la compañera de Ana está a unos 20 metros en la acera de enfrente pero hay que ser rápidos ya que una vez que la arranquemos, la calle se llenará de bichos. Cojo el palo de la fregona para usarlo de lanza desde la moto en caso de que nos ataquen.

El plan ahora es revisar la escalera para poder salir. Abrimos la puerta con cuidado y mientras uno sube hacia el segundo piso con cuidado, el otro baja al portal, así conseguimos cubrir nuestros pasos en caso de encontrarnos con algún problema. Al minuto nos volvemos a encontrar en la puerta de la casa, tomamos aire y salimos rápidamente hacia la calle. Cerramos con cuidado el portal y miramos a ambos lados para comprobar que no hay nadie. El sol aprieta con fuerza y podemos ver algunos cuerpos andando en un parque que hay al final de la calle, están bastante lejos.

Ana arranca la moto, yo me siento detrás, la agarro con fuerza con el brazo izquierdo y empuño el palo de la fregona con el derecho. Empieza el viaje.

imagen de Resistencia Anti-Zombies a la espera del dibujo pertinente

CONTINUARÁ!!

DR. BARNEKOW